Especialización o diversidad
Una historia de todos los días
Juan trabaja en una fábrica nacional metalúrgica que produce bujes para rulemanes, donde ocupa el puesto de trabajo definido como “Oficial Tornero”.
Está muy contento con su trabajo, gana bien y mantiene a su esposa y sus dos hijas. Juan se preparó para esto, empezó de muy abajo barriendo el sector de “Tornería”, aprendió a afilar las herramientas de su jefe, ayudó a templar los bujes y se encargó de la seguridad del área. Luego de cinco años de trabajo duro, como le había enseñado su padre, consiguió el esperado ascenso a “Medio Oficial Tornero”, y cinco años más tarde le confirmaron que el puesto de “Oficial Tornero” era suyo. Desempeña el cargo con mucho profesionalismo y orgullo y sus patrones lo consideran muy capaz y responsable.
Un día como cualquiera, Juan estaba en su puesto, cuando un ruido ensordecedor, proveniente de la entrada, lo distrajo de sus tareas por un instante: era un enorme camión rojo con una carga tapada por lona y nylon. Por los movimientos de los operarios sospechó que estaban por bajar algo en la fábrica, seguramente serán caños, pensó, y siguió trabajando porque debía terminar la Orden de Fabricación antes del mediodía. Su mirada se concentró en su herramienta que, con pasos milimétricos, iba desgastando y desgastando en forma continua el pedazo de metal.
Al rato, otro ruido lo sorprendió, miro a su costado y vio que la carga del camión era depositada junto a su lugar de trabajo: era una máquina infernal, brillosa, con neones y plásticos protectores, un mouse, un monitor de plasma, una CPU y muchos cables. Mientras avanzaban en el lento strip-tease de su envoltura, se fue dando cuenta que se trataba de un Torno Electrónico. Supuso que sería como el que había visto en aquel programa de cable y que le había parecido demasiado sofisticado para su sabiduría, más tecnológico, en definitiva… diferente. También pensó, algo molesto, que a lo mejor ahora debería aprender a manejar esta nueva bestia, que ya estaba un poco viejo para volver a empezar y por qué no le habían avisado.
Su sorpresa fue mayor cuando detrás de la maquina salió un muchacho con el rostro aniñado y el pelo un tanto largo, que se le acerco y, con una actitud mezcla de timidez y desparpajo, le preguntó por los horarios y el nombre de algún compañero. Luego de una muy corta conversación Juan se dio cuenta que el nuevo personaje era el empleado que tendría la responsabilidad de la fabricación de bujes para rulemanes y ocuparía el nuevo puesto de trabajo con esa nueva máquina. Juan fue despedido a los pocos días.
Este relato da testimonio de lo que está pasando en la Industria Argentina y en el mundo en general: no sólo se cambió el diseño del puesto de trabajo (Oficial Tornero) sino también la tecnología (torno) y por ende el profesional necesario. El chico del rostro aniñado era un eximio operador de computadoras pero con escasos conocimientos del manejo del hierro y las herramientas metalúrgicas.
Este caso tiene el diagnóstico del viejo paradigma de la Especialización y la curva de experiencia. Dentro de este marco de referencia las muletillas de “la calle”, “el zorro que no pierde las mañas”, “el que sabe por viejo”, “los caminantes de la fábrica”, etc. pertenecen a otro contexto. El mundo está cambiando a pasos agigantados y más que especialización necesitamos diversidad de conocimientos y mucha creatividad. Los empresarios de frases hechas fracasan porque quedan varados, como las ballenas, en mares con otra profundidad, en paradigmas obsoletos e inútiles para las nuevas realidades.
“Aquí las cosas siempre se hicieron así” gesticula un empresario metalúrgico que conozco, sin detenerse a pensar en hacerlas de otra manera. “Hemos crecido más del 300 % en los últimos cinco años, hemos aumentado nuestra participación en el mercado más de 20 puntos, pero no tenemos rentabilidad”. ¿Si crecieron 20 puntos, cuántos puntos se achicó el mercado? No es lo mismo tener un 10 % de un millón que el 40% de diez mil.
¿Se acuerdan de la película “Plata dulce”?, El personaje de Julio de Grazia fabricaba botiquines de madera, eran los más fuertes, los que más duraban, pero simultáneamente la importación y el desarme de la Industria Argentina avanzaban presurosamente. ¿Eran los botiquines que tenían defectos o el mercado que no los quería? El tema pasa por la mente de ese empresario, de ver cómo se ha modificado su negocio. ¿Qué habría pasado si Kodak no hubiera entendido que su negocio ya no pasaba por la fabricación y venta de rollos de papel fotográfico? Los negocios pueden cambiar en cualquier lugar desde los proveedores hasta los clientes, pero primero debe cambiar el modelo mental del estratega.
El problema de Juan y del empresario es la excesiva especialización, nos hacemos expertos en algo, somos los mejores torneros, hacemos los mejores bujes, nos sentimos seguros, pues hace mucho tiempo que lo hacemos… y lo hacemos bien, pero… ¿con qué consecuencias?
En cambio la diversidad nos da herramientas nuevas, nos permite ver el problema con otras perspectivas, y dar soluciones diferentes, podemos, a partir de esta diversidad proponernos objetivos originales y más ambiciosos. ¿Con qué beneficios? Piensen en Kodak, en la telefonía celular, en el entretenimiento, en la informática.
A muchas empresas les está pasando como a Juan, siguen inmersas en paradigmas viejos que no las ayudan a resolver su problema, ni tampoco a encontrarlo. Están esperando un mundo que no regresará, un mundo que cambió y hoy maneja otras variables.
Una gran porción de la comunidad económicamente activa, incluyendo a muchos profesionales, ha quedado en offside sin darse cuenta. Están faltando nuevos conocimientos, habilidades, tecnologías. Es hora que cada trabajador empiece a ver cuál es el tren que viene y busque cómo sacar boleto para poder entrar en él, sino piensen en Juan.
Esto les cabe también a los empresarios. En un momento, como de la nada, vieron entrar la maquina del mercado compuesta por necesidades que ellos no pueden satisfacer. Y esa empresa inesperada, de aspecto extraño, hoy se lleva a sus clientes. Les cambiaron el tablero y no saben cómo empezar. Las maquinarias que tienen parecen no servir. A ellos hay que decirles que el juego siempre cambia, que su fábrica es muy fácil de administrar, solamente hay que cambiar el cristal con que miramos el mercado y la empresa, podemos ser nosotros los que transformemos el juego.
Las herramientas para gestionar este cambio fueron difíciles de armar, pero ahora se encuentran en lo que denominamos “Management Estratégico”, son esas habilidades necesarias que cada gerente, emprendedor o dueño, debería saber manejar para ir generando, junto a sus pares, nuevo aprendizaje, nuevos productos, nuevos negocios, nuevos mercados. De esta manera tanto los Empresarios como los Empleados irán forjando un cambio de paradigmas y así podrán construir las sendas estratégicas que los llevaran al futuro.
El boom de crecimiento que experimentaron muchas empresas pone a sus dueños y gerentes frente a la trampa de la especialización y la experiencia.
Las empresas no tienen problemas de mercado, tienen problemas de gerentes; las empresas no tienen problemas de estrategia, tienen problemas de estrategas. Y las soluciones a sus problemas están muy cerca de sus hombros… en su cabeza.
Lic. Fernando Cerutti
Director de los Posgrados en Management Estratégico, PBA, PIDE y DBA de la Universidad de Belgrano.
Director de PuroManagement (Consultoría y Capacitación Estratégica)
frcerutti@gmail.com
Publicado originalmente en una versión resumida en la Revista Fortuna, bajo el título "El ocaso de la especialización"