Entre cañas y pinchos, me dice un amigo que quieren hacer "Patrimonio inmaterial de la humanidad" a las señoras que charlan al fresco.
Le digo que me parece una idea magnífica, pero que en vez de inscribir a las señoras en la lista de la Unesco, deberían incluir sus sillas.
Sé que suena a una boutade, pero no lo es. Desde hace tiempo, tengo la sensación (quizás porque me hago mayor) de que nos están quitando los espacios para conversar. Este mismo verano, al visitar uno de esos pueblos pintorescos de la España Vacía, me di de bruces con una calle que estaba llena de señoras, conversando, tan placidamente, en sus sillas de tela. Ante la llegada de mi coche, no tuvieron más remedio que levantarse, apartar sus sillas y dejarme pasar. Al acelerar, levanté la mano en señal de disculpa, pero no solo por hacerlas levantas, sino por escamotearles algún chisme sobre el alcalde o un recuerdo de cuando iban al baile.
Cada vez es más difícil encontrar un buen lugar para conversar, los bares están llenos de altavoces, los bancos brillan por su ausencia y las plazas se han convertido en una especie de mini centro comercial.
Y es curioso, porque el acto de hablar sigue siendo la primera actividad de ocio del ser humano. Por mucho que inventemos redes sociales o inteligencias artificiales con las que charlar, la conversación humana sigue por delante de todo.
Ayer, al subirme el autobús que me lleva a casa, me senté junto a un adolescente que hablaba por teléfono. Intentaba buscar un día de la semana para quedar con su novia. Por lo que entendí, ambos vivían en pueblos diferentes, así que calculaban cuál de los días podrían verse más horas. Quizás ese tiempo buscado fuera por algo más que una buena conversación, pero, aun así, la necesidad de socializar, el acto de estar cerca de otra persona, sigue interesando a esa generación llena de pantallas y estímulos.
Por eso, si la Unesco tiene a bien leer esta columna, propongo que coloquen unas sillas donde les dé la gana (a poder ser, un sitio fresquito), porque necesitamos lugares para conversar.
Todos.
Desde las señoras de pueblo a los jóvenes enamorados, pasando por los escritores miopes. Si el poeta decía que para él la patria era la infancia, para mí, la patria es una silla de tela y una buena conversación.
Soy Jorge Corrales, escritor, y esto es una #ColumnaAlVacio. Me harías un favor si lo retuiteas.
Muchos de nosotros al leerlo , sonreirá con picardía, evocará recuerdos de infancia (mi abuela y sus amigas en las tardecitas de verano se reunían en conversaciones , familiares, intercambio de recetas, y novedades barriales, siempre con buen humor , solidaridad , respeto y afecto), y sentirá la nostalgia, de un lugar donde practicar , el arte de la conversación, que nos transforma en seres pensantes, empáticos y desarrolla la comunicación, de lo mejor de nosotros mismos!!!!!🙋♀️😘🙏😇
ResponderEliminarInteresante ver como algunas cosas tan cotidianas las hemos dejado de lado
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