A boca de jarro...Tomás Abraham
"¿Pero es que cambió algo?"
Desde hace 23 años, en su taller de la calle Costa Rica, en Palermo Viejo, se reúne con 45 discípulos para estudiar filosofía. "La cita es los jueves, a las 20.30. Aprendemos, discutimos, leemos. Las edades varían entre los 18 y los 83 años", explica el filósofo Tomás Abraham. "En realidad, me gusta que me digan profesor de filosofía, porque ésa es mi tarea. No importa si enseño en la Universidad de Buenos Aires, en la de Rosario, o aquí", agrega.
Abraham nació en Rumania, pero se formó en Francia, donde tuvo profesores ilustres como Michel Foucault y Gilles Deleuze. "Deleuze aparecía como más distante, y uno lo seguía principalmente a través de sus libros. Pero Foucault no, era extraordinario, clarísimo, inmenso, con gran presencia y sentido del humor, y nos contagiaba una libertad mental que nos permitía pensar", recuerda. Presentó su último libro, El presente absoluto. Periodismo, política y filosofía en la Argentina del tercer milenio , en un lugar poco común: el club Vélez Sarsfield. "Es otro de los lugares donde enseño filosofía. Claro que además me gusta el fútbol y no niego mis simpatías."
-¿Cómo ve la Argentina de hoy?
-Siempre buscando alguna novedad para entretenerse: la segunda vuelta o las elecciones de octubre, algo que los medios agrandan y publicitan como si fuera definitivo. Pero dura poco y es reemplazado por otro acontecimiento igual de extraordinario, definitivo y, claro, efímero. Y hay quien cree que eso significa que la sociedad vive cambios vertiginosos, pero no es verdad. Porque los tiempos de los medios y los de la sociedad son distintos y ¡mejor que sea así! Si ese vértigo fuese real estaríamos mucho más locos de lo que estamos.
-¿Cómo son los tiempos reales de la sociedad?
-Son mucho más lentos, morosos... e inexorables. Todo lo que ocurre en el tiempo mediático parece no dejar huellas, ¡el mundo se inaugura todos los días! En cambio, en el tiempo de la sociedad todo deja marcas profundas que afectan a todos y que son difíciles de borrar. Cada tanto leemos que alguien anuncia que comienzan los nuevos tiempos, ¡de aquí en más todo será distinto! Pero las sociedades no cambian por milagro. ¿Cuánto hace que escuchamos esa misma canción? ¿Dónde están los que anunciaron el gran cambio? ¿Pero es que cambió algo? Sigue habiendo pobreza, marginación, bolsones de extrema riqueza y de extrema pobreza, violencia, corrupción. Repase todo lo que ocurrió en el país desde hace 40 años.
-¡Hágame de guía!
-En los años 40, Perón había abierto un enfrentamiento entre peronistas y antiperonistas. Pero en los 70, Perón regresa y se supone que su vuelta pondrá fin al conflicto, pero sólo se consigue con más crímenes y violencia. El país ha sufrido mucho y cuesta creer que todos estos hechos graves no tengan consecuencias en la gente, en su manera de elegir representantes, en el trato cotidiano, en la idea que tienen de sí mismos, de sus semejantes, del país y de su futuro. El panorama es incierto y continuamente nos enteramos de gente valiosa, que nos costó trabajo formar, que emigra por falta de espacios para crecer. Gente que será difícil recuperar. Cuando alguien de un país medianamente organizado llega aquí, ve que la gente cruza con el semáforo en rojo y se sorprende, pero nadie entiende su sorpresa porque nos parece natural violar la ley.
-¿Qué habría que hacer?
-La Argentina tiene que abrirse e integrarse con el mundo y aprovechar las posibilidades de este momento histórico. Estamos viviendo el comienzo de un proceso de reestatización que creo que nos hará perder mucho tiempo y que a la larga fracasará. La experiencia dice que los megaestados terminan siendo fuentes de corrupción e ineficiencia, y que no crean bienestar. Más bien, nuevas elites de privilegio. Hay que desmontar ciertos preconceptos como que Estado significa lo nacional y privado lo extranjerizante . Lo que el Estado tiene que hacer es concertar acuerdos precisos y beneficiosos para el país, y ejercer buenos controles con gente honesta y eficiente.
-¿Y el ciudadano común?
-Tomar conciencia, comprometerse, entrar en el tiempo de la sociedad y participar de los procesos. Seguir a los políticos de cerca, observando atentamente su proceder y ser sensibles a las contradicciones, como cuando alguien demoniza un sistema haciéndolo responsable de todas las calamidades, ocultando que fue parte, que lo defendió y celebró ¡como si hubiese nacido de un repollo! Y estar atento a la gente honesta y eficiente, y apoyarla. Expresar lo que sentimos. Siempre escucho la cantinela: Yo no voy a cambiar el mundo. Nadie pide eso, diga lo que tiene que decir y trate de ponerlo en práctica, ¡comenzando por su propia actitud frente al mundo!
Luis Aubele
Fuente: Diario La Nación, 17 de junio de 2007
http://www.lanacion.com.ar/918122
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