25 de agosto de 2016

La cultura rápida

Grant McCraken es un antropólogo especialista en cultura contemporanea. En un libro reciente propuso la idea de crear la función de un CCO (Chief Culture Officer - Director de Cultura) para lidiar con y orientar a las empresas en la complejidad de los cambios culturales. 
Uno de los temas que trata en su libro tiene que ver la progresiva pero feroz mudanza de una cultura lenta a una rápida y de la integración entre la cultura dispersa y la convergente. A continuación traemos un extracto (que desglosaremos en dos posteos) sobre lo veloz y ubicuo del cambio cultural-tecnológico.

Cultura rápida 

Alvin Toffler (recientemente fallecido) publicó "El shock del futuro" en 1970. El cambio, dijo, estaba cambiando. Escribió "No solamente hemos extendido el alcance y escala del cambio, sino que también hemos alterado radicalmente su ritmo. Hemos liberado en nuestro tiempo una fuerza social totalmente nueva, un torrente de cambio tan acelerado que influye en nuestra noción del tiempo, revoluciona el tempo de la vida diaria y afecta la manera en que 'sentimos' el mundo que nos rodea".
La década que siguió confirmó su argumento. En 1970, China era una economía socialista con Mao a la cabeza. El imperio soviético seguía siendo inexpugnable. Irán era una monarquía pro-occidental. Hasta entonces, ninguna mujer había sido elegida jefa de estado de ningún gobierno en Occidente en el siglo XX. Pero a fines de esa misma década Mao había muerto y su régimen había sido repudiado. La URSS estaba en crisis. Irán era una república anti-occidental. Ocho mujeres habían sido elegidas jefas de gobierno. Sí, el cambio parecía acelerarse.
Por lo que toca a la tecnología, es posible que Toffler también haya dado el banderazo de salida. Intel lanzó su primer microprocesador en 1971. Cray, la compañía fabricante de supercomputadoras, se fundó en 1972. De pronto aparecieron computadoras hogareñas, de Apple, Atari y Commodore. Philips produjo la videocasetera. Corning Glass aportó la fibra óptica. Bell Labs instaló la primera red celular comercial. En diez años, la computación paso de las grandes empresas a los pequeños escritorios. 


En 1970, las series televisivas para la familia (La Tribu Brady / Los Campanelli), el western (Bonanza) y los programas de variedades (Ed Sullivan / Sábados circulares) formaban parte integral de la cultura. A fines de esa misma década, habían desaparecido, desplazados por una sensibilidad cinematográfica independiente formada por películas como Busco mi destino, M*A*S*H* y El Padrino (en Argentina: La tregua, La Patagonia rebelde, Nazareno Cruz y el lobo). Las tres grandes televisoras de EE.UU., antes únicas en su ramo, compartían ya su espacio con la TV por cable, en particular con MTV y HBO. Los comediantes pasaron de los chistes de una línea a la improvisación. En diez años la cultura popular dejó de ser fuente de entretenimiento convencional para convertirse en algo más variado y complejo.
Como si se tratara febrilmente de probar la verdad del argumento de Toffler, el mundo se aceleró. Se descentralizó. Se multiplicó. Se revolvió. Y sí, todo eso resultó impactante. 
Claro que los años 70 fueron sólo el preludio. En los treinta años siguientes (desde 1980), el "alcance y escala del cambio" se han vuelto inconcebibles. En las grandes ciudades, la "calle principal" (main street) fue desmantelada por los grandes "destructores de categorías" como Wal-Mart y Home Depot. Las tecnologías redefinieron la banca, el comercio y el entretenimiento. La investigación científica ha aumentado un 40% desde 1988, y la conversión de ciencia a tecnología es más rápida que antes. La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual afirmar que, de 1997 a 2002, el número de solicitudes de patentes pasó de 680 a 5.359 (casi 700% de incremento). Internet, en la que circulan 1.570 terabytes de datos por minuto, abrió nuevos mundos de contenido, conocimiento y opinión. Videojuegos como Halo y mundos virtuales como Second Life crearon, literalmente, nuevos mundos. Redes sociales como MySpace y Facebook cambiaron la naturaleza misma del grupo social.
En la esfera económica hubo más agitación. En palabras del periodista financiero Harris Collingwood, "la volatilidad idiosincrática es la rúbrica de nuestra era económica". La reducción del gasto y control gubernamental durante el mandato de Reagan dio nuevo dinamismo a la economía local e internacional. La creación de valor por la economía de las empresas en internet se disparó, y el índice NASDAQ rebasó la marca de los 5100 puntos. El viaje en la montaña rusa continuó con un colapso repentino en la primavera de 2000. El NASDAQ perdió 500 puntos en cinco días. Más recientemente, el mercado inmobiliario atestiguó un gran ascenso y caída. Instituciones financieras venerables, las grandes proveedoras fundacionales de capital y asesoría, desaparecieron. Wachovia, Merrill Lynch y Lehman Brothers ya no existen como organizaciones independientes. La industria automotriz coqueteó con la quiebra y la salvación pública. Sólo la decidida intervención del gobierno ha estabilizado la economía. 
Los gustos y preferencias son imprecisos. La comida rápida metió freno. McDonald's ya vende ensaladas. Los alimentos procesados pasaron de moda (para luego volver). Un montón de gente dejó el tabaquismo. De pronto, el omega 3, la soja y más fibras están en todo. Cada vez es más difícil anticipar qué quiere el público. "Antes, la televisión ofrecía una programación de carpa, diseñada para atraer a mucha gente, con personajes e historias tan variados que atraían a todos", dice Alan Wurtzel, presidente de investigación y desarrollo de medios de NBC. "Ahora cada público es muy, muy específico".
¿Qué tan rápido están cambiando las cosas? Friendster fue fundada en 2002, y más tarde, una de las compañías consentidas de los medios en 2003, MySpace la rebasó en 2004, decayó velozmente en 2005, y en 2007 ya había desaparecido, habiendo recorrido velozmente el ciclo completo de la oscuridad a la oscuridad en cinco años. ¿Qué tan rápido están cambiando las cosas? De chico, en Hawai, en la década de 1970, el joven Barack Obama veía racismo por todas partes. Le sorprendía lo informal y sólido que era, lo arraigado que estaba a su alrededor. Los hawaianos racistas sabían simplemente que Obama era inferior e indigno de confianza. Apenas cuarenta años después, esa "certeza" era una opinión minoritaria. Cuarenta años más tarde, Obama fue el 44° presidente de EE.UU.
Si las observaciones de Toffler eran un tanto exageradas en 1970, ahora parecen haberse quedado cortas. Si el futuro era impactante en 1970, ahora es perturbador.

CONTINUARÁ…

Fuente: McCracken, Grant: Chief culture officer. 2012. Océano.

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