12 de junio de 2013

Las revoluciones prematuras

¿Cuándo un cambio es oportuno? ¿Qué condiciones tienen que darse para sepamos que hay que actuar? ¿Cómo conocemos objetivamente la verdad de los hechos? ¿De qué modo no adelantarse y quedar como el que se equivocó? Frente a las transformaciones son preguntas como estas las que puedan desvelar y quizás separar aguas entre los que hacen que las cosas pasen, los que miran las cosas que pasan y los que se preguntan qué pasó (frase multicitada de N. Murray Butler). 

A propósito del reciente trabajo sobre Ideología en la empresa, tuvimos la oportunidad de revisar otras materias y otros autores. Uno de ellos fue el filosófo esloveno Slavoj Žižek, cuya obra "El sublime objeto de la ideología" aportó algunas pistas para desentrañar la máscara de la ideología. En este complejo libro donde se unen Lacan, Marx, Hegel, Althusser, Kafka, Hitchcock, Alien y los chistes judíos, entre un variopinto cóctel de referencias, las extensiones para hablar sobre lo Real, lo Simbólico y la Política trajeron unas citas que suman a lo estratégico. 

En estos tres extractos, Žižek se toma la mano con Rosa Luxemburg, Eduard Bernstein y Georg Wilhelm Friedrich Hegel. La dialéctica del proceso revolucionario mencionada es válida para toda instancia de cambio. Las condiciones objetivas y la madurez son creencias inhabilitantes y lo adecuado es algo subjetivo. A cambiar se aprende cambiando, errando y formándose con estas experiencias, siendo más histérico por incidir que obsesivo con tener todo bajo control. Es como el arquetipo sistémico de organización total sin realización, donde siempre hay espacio para mejorar y el tiempo se hace eterno, quedando como supuesto subyacente que se puede cambiar sin tener que en algún momento efectivamente cambiar. Las dicotomías son miedo o aprendizaje y nunca o ahora, elegir es empezar a convertirse en sujeto revolucionario, prematuro pero nacido.

Dejamos a continuación las citas (las negritas son nuestras), buscando seguir provocando el debate.

Lic. Mariano Morresi



Encontramos la misma lógica del error como una condición interna de la verdad en Rosa Luxemburg, en la descripción que hace de la dialéctica del proceso revolucionario. Estamos aludiendo a la argumentación que hace contra Eduard Bernstein, contra su miedo revisionista de tomar el poder 'demasiado pronto", "prematuramente", antes de que las llamadas "condiciones objetivas" hayan madurado -éste fue, como es sabido, el principal reproche de Bernstein al ala revolucionaria de la socialdemocracia: son demasiado impacientes, quieren apresurar, rebasar la lógica objetiva del desarrollo histórico. La respuesta de Rosa Luxemburg es que las primeras tomas de poder son necesariamente "prematuras": el único modo que tiene la clase obrera de alcanzar su "madurez", de esperar la llegada del "momento apropiado" para la toma de poder, es formarse, educarse para esta toma, y el único modo posible de alcanzar esta educación son precisamente los intentos "prematuros"... Si esperamos el "momento adecuado" nunca viviremos para verlo porque este momento adecuado no puede llegar sin que las condiciones subjetivas de la madurez de la fuerza revolucionaria (sujeto) se cumplan -es decir, sólo puede llegar después de una serie de intentos "prematuros", fallidos. La oposición a la toma "prematura" del poder se revela, así pues, como opuesta a la toma de poder en cuanto tal, en general: para repetir la famosa frase de Robespierre, los revisionistas quieren una "revolución sin revolución".
Si vemos lo anterior con detenimiento, percibimos que lo que esta en juego en la argumentación de Rosa Luxemburg es precisamente la imposibilidad de metalenguaje en el proceso revolucionario: el sujeto revolucionario no "dirige", "conduce", este proceso desde una distancia objetiva, se constituye a través de este proceso y por ello -porque la temporalidad de la revolución pasa por la subjetividad- no podemos "hacer la revolución en el momento correcto" sin los intentos previos, "prematuros" y fallidos. Aquí, en la oposición entre el obsesivo (hombre) y la histérica (mujer): el obsesivo retarda, difiere el acto, espera el momento correcto, en tanto que la histérica (por así decirlo) se rebasa a sí misma en su acto y desenmascara así la falsedad de la posición obsesiva. Esto es también lo que está en juego en la teoría de Hegel sobre el papel de la repetición en la historia: "una revolución política esta generalmente sancionada por la opinión de la gente solo cuando aquélla se renueva" -es decir, puede ser lograda únicamente como repetición de un primer intento
(...) la misma argumentación en la descripción que hace Rosa Luxemburg del proceso revolucionario: las primeras luchas obreras están abocadas al fracaso, no se pueden lograr sus objetivos directos, pero aunque necesariamente terminen en fracaso, la hoja del balance general es pese a todo positiva porque su principal beneficio es didáctico -es decir, sirven para la formación de la clase obrera y su transformación en sujeto revolucionario

Fuente: Žižek, Slavoj: El sublime objeto de la ideología. Siglo XXI Editores Argentina, 2003.

4 comentarios:

  1. Anónimo2/7/13 16:36

    Excelente articulo, me pego muy fuerte la frase...de que lado estas??? ...los que hacen que las cosas pasen, los que miran las cosas que pasan o los que se preguntan qué pasó ...

    Saludos!,
    Alejandro

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  2. Lo comparto con amigos, buena entrada!

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  3. Ale y Sol,
    Gracias por pasar y comentar!
    Abrazos!

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  4. Siempre se necesita un empujoncito, para lograr un objetivo, Persistencia! Seria la clave para cambiar un paradigma. Abrazo

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