4 de marzo de 2025

Primero liderarse, para luego liderar


Muchas veces, nos olvidamos que un liderazgo genuino nace del autoliderazgo.

Esto significa, que cuando profundizamos nuestro autoconocimiento y de ello nuestros deseos más íntimos, sabemos lo que realmente queremos y comenzamos a ser conscientes de cuánto de nuestras conductas, obedecen a modelos mentales impregnados de la cultura familiar o del ambiente en dónde recibimos nuestras primeras impresiones fuertes. Esto sin duda nos proporciona márgenes de libertad e identidad suficiente para gobernar nuestras vidas.

Pero la riqueza que depara el autoconocimiento, no concluye en uno, ya que cuando uno está centrado claramente sobre lo que se quiere, ocurre que como sujetos empezamos a generar influencias positivas sobre los que están a nuestro alrededor. Es la influencia que todos recibimos alguna vez, de aquellas personas que trasuntan tranquilidad de espíritu y que manifiestan un goce de vivir tal, que por ese solo hecho nos transmiten energías muy positivas.

Lo anterior también es una consecuencia de la capacidad de diferenciar la búsqueda de logros como expresión de la propia interioridad y no de la demanda de terceros, qué al sojuzgarnos por inducirnos al éxito, nos hace perder el sentido de la propia existencia. Vale decir, nuestro ego pierde autoestima y queda preso del aplauso. Distinto es cuando el aplauso sucede sin que resignemos nuestro camino hacia la auto realización.

Por lo general se habla de liderazgo, como un simple método de administración avanzada. En verdad es distinto de ello y equiparar y confundir los términos equivale a perder una distinción esencial y esto si se observa nos puede llevar al corazón del asunto. Dirigir es controlar en función de objetivos. Ser líder es ser liberador e inspirador de lo mejor de la gente sobre la que ejerce influencia.

El tema es qué para inspirar liberación genuina, lo primero es liberarse de los propios prejuicios y rigideces. Ocurre, que cuando realizamos un serio y real proceso de introspección, nos aparece una clara conciencia sobre la propia complejidad humana. Llegado a ese nivel de conciencia la compasión surge por sí misma, primero respecto a uno mismo, y luego hacia los otros porque ya estamos preparados para entenderlos y aceptarlos más allá de las lógicas diferencias que pudieran existir. Dicho de otra manera, cuando uno se acepta como persona falible e imperfecta, comprender al otro surge espontáneamente.

Aunque parezca paradójico, tener el control de uno mismo significa estar fuera de control. Esto tomado en el sentido que podemos dejarnos fluir ante la incertidumbre, ya que los principios que emergen de lo que deseamos nos permite aceptar las dificultades con una entereza propia de quien conoce su destino y trabaja para ello. Estas personas son flexibles y fuertes. Las dificultades son tomadas como propias de la naturaleza y al superarlas crecen humanamente, por eso gozan de la vida. La pasión por lo que hacen se refleja en sus conductas. Estas reflejan siempre la actitud de aprender y desaprender, de ello que el pensamiento estratégico y la actitud hacia la reflexión crítica es su consecuencia y cimiento firme de su devenir.

Autor: Eduardo Dalmasso. Dr. En Ciencia Política (UNC-CEA) Editor del Blog. Miradas Políticas y otros enfoques. Director de SLADE (Sociedad Latinoamericana de Estrategia)