Esta vez traemos un texto de un libre pensador que nos va a hablar de la relación de la filosofía, el arte y la libertad, elemento primordiales que llevamos como estandarte los que escribimos en este blog. Nuestro bandera de libertad nos lleva a escribir y a pensar como libres pensadores, sin serlo, pero tratando de lograrlo.
El artículo que sigue más abajo fue escrito por el Ing. Marcelo Villalba, que es titular de la cátedra de Libre Pensamiento en la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), tiene un doctorado en Humanidades (UNT) y es un especialista en cine, expertise que lo llevo a estar en la cátedra de Historia del Cine Argentino y Latinoamericano (UNT)
Ejercicios éticos sin aura
“Antes las distancias eran mayores, porque el espacio se mide por el tiempo”
Los textos de Walter Benjamin (particularmente Filosofía de la Historia y La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica) nos ofrecen ciertos parámetros de encuadre para proponer que los ejercicios reflexivos liberales encuentran en el arte el ámbito propicio para su desarrollo. No sólo en lo que se refiere a la libertad creativa sino especialmente al particular ejercicio desacralizador de los movimientos modernos y postmodernos.
Para una primera aproximación esbozaremos definiciones de los temas a tratar.
Comenzaremos por decir que "Librepensador" es aquella persona que sostiene que las posiciones referentes a la verdad deben formarse sobre la base de la lógica, la razón y el empirismo, desde un análisis imparcial de los hechos y dueño de sus propias decisiones.
Por su parte, el arte, entre su polisémica representación, persigue los mismos ejercicios desde un accionar y pensar simbólico. Que, al decir de Mircea Eliade "es consustancial al ser humano, precede al lenguaje y a la razón discursiva, ya que el símbolo revela ciertos aspectos de la realidad -los más profundos- que se niegan a cualquier otro medio de conocimiento. Imágenes, símbolos y mitos responden a una necesidad y llenan una función: dejar al desnudo las modalidades más secretas del ser."
Preguntarnos ¿qué es el arte? No sólo excede este espacio de discusión y puede arrojarnos a una aventura apasionante pero abismática. Por ello sólo nos limitaremos a reflexionar junto con Martin Heidegger cuando en su libro “Arte y Poesía” nos plantea que “el artista es el origen de la obra de arte y la obra de arte es el origen del artista. Que ninguno es sin el otro. Sin embargo, ninguno de los dos es por sí solo el sostén del otro, pues el artista y la obra son cada uno en sí y en su reciproca relación por virtud de un tercero, que es lo primordial, a saber, el arte, al cual el artista y la obra deben su nombre”.
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| El arte: La pintura es el arte de la representación gráfica en donde se utilizan pigmentos mezclados con distintas sustancias |
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Aquí me gustaría agregar que el arte es un espacio de reflexión intersubjetivo transtemporal. El artista bucea en su formación, dialoga con sus referentes ancestrales, ejercita sus betas racionales y creativas y lo propone a los espectadores. Éstos a partir de esa proposición hacen un recorrido similar y en función de sus historias, formaciones y sensibilidades particulares hacen una decodificación que entra en el curso dialógico de las manifestaciones culturales. Dando forma así a un muy variado mundo del arte.
Del cúmulo de interpretaciones y recorridos que tiene el arte y su mundo una cosa es innegociable para un artista, la Libertad. Esa que lo impulsa a huir de las negociaciones y conformismo que lo alejen de su ánimo comunicacional reflexivo y creativo.
Es por esta condición de “sine qua non” que la libertad tiene para el artista y para el arte, que podemos establecer un estrecho vínculo con el Librepensamiento y que nos permitió titular así a estas reflexiones.
Aquí aludimos al aura referido por Walter Benjamin en su texto "La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica" que escribiera en el año 1936.
Uno de los grandes aportes de Walter Benjamin es la noción de historia propuesta por él en su Tesis N° 7 de la filosofía de la historia, cuando nos dice que “a la historia debemos pasarle el cepillo a contrapelo”, para contra restar la larga tradición de narrar los hechos en función de la posición dominante alcanzada por cualquier medio, las más de las veces en forma violenta y/o espuria.
Esta nueva forma de mirar y de narrar expone “las estructuras conflictivas de la realidad” según las denomina Ricardo Maliandi en su libro “La ética cuestionada”. Donde expone que esas estructuras deben ser consideradas en estrecha relación con los fundamentos éticos. Ya que “dicha correlación constituye la cuestión central de la ética” y que “cuando no se le tiene en cuenta, se recae inevitablemente en posturas dogmatizadas o escépticas”.
Si el ethos puede ser considerado como una especie de tensión entre lo conflictivo y lo armónico, y la ética, siendo una búsqueda de fundamentos, es una actividad racional, entonces la ética se constituye como la aplicación de la razón al ethos.
Conceptos que cambian la concepción de la historia: Tolerancia y Librepensamiento. Aquí nos referiremos al rol del arte en esta línea de pensamiento. Veamos cómo se conectan.
Habíamos dicho que un librepensador forma sus ideas referidas a lo verdadero sobre la base del pensamiento lógico, racional y empírico. Dejando de lado la revelación, la intuición, los dogmas y los autoritarismos para hacer un análisis imparcial de los hechos siendo dueño de sus decisiones.
A la luz de las situaciones actuales de la vida en sociedad, hoy implica un esfuerzo enorme ser un librepensador. A las tradicionales presiones eclesiásticas, que los distintos credos vienen ejerciendo sobre las sociedades, a las que tratan de imponer sus dogmas sectoriales, se agregan otros factores de dominación tales como el capital y los medios masivos de comunicación.
En relación a los medios masivos de comunicación que, como fenómeno mundial, presentan y representan la realidad desde una posición dominante construyendo un discurso hegemónico, Noam Chomsky ya nos advirtió en el punto 10 de su “Decálogo de la manipulación mediática” que esas estrategias se basan en:
“Conocer a los individuos mejor de lo que estos se conocen a sí mismos. En los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una brecha creciente entre los conocimientos del público y los acontecimientos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el "sistema" ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológica. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que éste se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control y un poder sobre los individuos mayor que el de los individuos sobre sí mismos.”
En este punto podemos decir que tanto el arte como el librepensamiento tienen por objeto contribuir al desarrollo del bienestar general del ser humano. No son meras disquisiciones de mayor o menor talento o creatividad, monádicas y solipsistas para vanagloria personal o petulancia sectorial. Escapan -deben escapar- de las autocomplacencias y de los regodeos elitistas.
En el texto mencionado Walter Benjamin reflexiona sobre el significado de la unicidad y singularidad de la obra de arte y se pregunta ¿qué es lo que hace especial a la obra de arte? Y concluye: “su aura”
A la que define como: “Esa lejanía que nos impone a los espectadores por más cerca que de ella nos encontremos”
Esta aura está dada por su irrepetibilidad, su unicidad. Pero la primer aura se lo da, en tradición, el valor de culto que tenían las primeras obras de arte (tradición que se mantiene en el arte religioso), dado por su origen sagrado y ritualístico.
Recordemos que las pinturas en Altamira y en las otras cavernas tenían la función sagrada de ayudar a esas manos en la cacería de esos animales, allí representados. Es decir que contribuían a la generación de una atemporalidad sagrada propia de los ritos místicos.
La reproducibilidad corrompe el aura al instaurar un “aquí y ahora” de la imagen, es decir una temporalidad. Le quita lo sagrado para introducirla en la profanidad.
Esta desacralización de la obra de arte llegó a su epítome con Marcel Duchamp, cuando presentó su obra “La fontaine”. Un urinario colgado al revés y presentado en el Salón de arte organizado por la Sociedad de artistas independientes de New York en el año 1917.
Esta obra de arte, que ahora es la idea y no el objeto material, es la que ha revolucionado y cambiado para siempre el tradicional modo de entender el arte. Quitándole toda literalidad al objeto artístico y reafirmando su lugar metafórico.
Este arte interpela nuestra propia existencia y, más allá de movilizar resortes de la sensibilidad y la emoción, nos compele a adentrarnos en nuestros propios conflictos y a preguntarnos por el sentido de nuestra existencia.
Es decir que desde una perspectiva Benjaminiana la desacralización de la obra de arte, la pérdida de su aura, abre tantas historias como espectadores haya, a quienes pone, ahora, en el rol de protagonistas centrales de esas historias.
De modo que la reproductibilidad técnica, primero con la fotografía, luego con la fotocopia, hasta alcanzar hoy un grado universal de visualidad con la circulación incesante de las imágenes en los dispositivos tecnológicos con los que hoy contamos (teléfonos móviles), ha llevado a la obra de arte a un nivel de cotidianeidad y temporalidad absolutas. Incluso sabiendo que ignoramos los nuevos paradigmas que el indetenible desarrollo tecnológico nos depara.
Podríamos concluir que el librepensamiento y el arte son ejercicios colectivos, dinámicos e indetenibles. Que con el avance tecnológico ambos perdieron su aura, ambos dejaron de pertenecer a las élites dominantes. Ambos están ya inmersos en la conciencia social que persigue la inclusión, el progreso y la distribución de saberes. Ambos perdieron su lejanía y se nos acercan para acercarnos como seres intersubjetivos. Como seres cercanos y temporales.
Autor: Marcelo Villalba