16 de junio de 2007

Management Estratégico = Espíritu Curioso. Reflexión

La empresa ante el dilema: innova o morir

La empresa, cualquier tipo de empresa, tiene que abordar el futuro bajo la premisa de que su campo de juego se encuentra no ya en la Sociedad de la Información, sino de la Sociedad de la Información en adelante. Y en esa nueva vanguardia aparece la Sociedad de la Innovación.
El desafío de los próximos años está en movilizarnos para pasar de esta Sociedad de la Información, en la que las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicaciones) y su desarrollo juegan un papel capital, a una nueva sociedad, la Sociedad de la Innovación, donde, contando con la tecnología y el conocimiento, hagamos del valor de la cooperación el desencadenante de la nueva revolución. Un reto más difícil, más apasionante, que nos enfrenta a nosotros mismos. Porque la tecnología y el conocimiento se pueden comprar, pero la cooperación no tiene precio.
En los últimos tiempos se han puesto más de manifiesto, si cabe, las nuevas condiciones en las que deben desenvolverse el liderazgo y la gestión empresarial. En el pasado, nuestros esfuerzos se encaminaban, en gran medida, a administrar las cosas, también las personas. La gestión se desarrollaba en un marco de recursos – económicos, financieros, humanos...- bastante tangibles. Las cosas se podían “tocar” y, en gran medida, prever.
Sin embargo, uno de los efectos más claros de la revolución de la Sociedad de la Información, de la mano de la globalización, ha sido la proyección de una cierta sensación de inabarcabilidad de todo aquello que afecta a nuestra gestión. Esto ha sido todavía más claro cuando hemos visto desaparecer grandes empresas multinacionales, cambiar las reglas del juego de un día para otro y moverse todos los “mapas” que afectaban a nuestro quehacer diario.
Ese desafío, de pasar de administrar cosas a gestionar el caos, sólo se puede superar de la mano de una cultura empresarial basada en la innovación permanente. La innovación es clave para el éxito empresarial, por su capacidad de transformación de la economía y la sociedad; constituye una garantía de competitividad frente a la incertidumbre; moviliza fuerzas y aspiraciones, genera cultura y crea un clima de ganadores.
Además, la innovación constituye una referencia obligada en cualquier aspecto de la vida de las personas y de las organizaciones, desde las más simples a las más complejas, porque está indisolublemente unida a todo proceso de cambio y evolución.
En un mundo en constante cambio, en el que el reto está en gobernar el caos, un caos que no es desorden, aparecen los valores como el orden que gobierna el caos. Los valores constituyen el punto de apoyo para traccionar cualquier proceso de innovación.
Basada en los valores, la innovación competitiva surge de la confluencia de tres elementos básicos: tecnología, conocimiento y cooperación. Los tres elementos se interrelacionan profundamente entre sí.
La tecnología aparece como uno de los factores claves del desarrollo económico, porque es un impulsor natural de la innovación. En especial, son las tecnologías de la información y las Comunicaciones (TIC) las que han jugado, y lo van a seguir haciendo, un papel transformador de la sociedad. Aunque los efectos más rupturistas se han podido ver en el pasado reciente, estamos ahora inmersos en esa profunda transformación, sin ruidos pero con una importancia creciente. Las TIC tienen, además, un profundo poder transformador, porque afectan a todos los procesos que configuran la actividad de las personas, de las empresas y de la sociedad en general.
El conocimiento es otro de los elementos tractores. El conocimiento se nutre de tres componentes básicos: la información –que es más que los datos-, la formación y la comunicación.
Por último, la cooperación constituye el otro motor de la innovación competitiva. Está en la base de toda evolución porque no existe sistema cerrado que pueda evolucionar y no degenerar. Nace desde lo más íntimo de la naturaleza humana y se proyecta a todo tipo de relaciones sociales y económicas. No existe evolución sin aceptar la existencia del otro, sin reconocer la riqueza de la diversidad y la necesidad de trabajar con los demás para progresar.
La innovación competitiva necesita, además, de un liderazgo fuerte y moderno. Liderazgo es riesgo, emprendimiento, fracaso y resurgimiento. Se construye también sobre los valores y debe generar confianza pero también debe generar convicción. Para eso es fundamental el liderazgo cooperativo. Un liderazgo que sólo se basa en la confianza en el líder, sin asomo de convicción, deviene en caudillaje. Un supuesto liderazgo que sólo se alimenta de convicción pura y dura sin asomo de confianza deviene en parálisis. Equilibrar confianza y convicción es la principal tarea del liderazgo innovador sostenible en el tiempo.
La empresa se enfrenta, así, ante el desafío de la innovación. Para afrontar el desafío debemos movilizar a los mejores y, sobre todo, necesitamos remar, remar en cooperación, porque el desafío de la innovación se gana centímetro a centímetro, juntando los centímetros de cada uno, en una tarea común.


José Luis Larrea
Fuente: Revista 50 aniversario de APD / Instituto Ibermática de Innovación
http://www.i3b.ibermatica.com/i3b/articulos/ajll_empresaantedilemainnovarmorir-revistaapd.pdf

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